En cuatro años España ha perdido más de 2.800.000 empleos, pero no ha afectado a todos los sectores por igual. Mientras en agricultura se han perdido poco más de 55.000 empleos, la actividad de construcción ha destruido nada menos que 1,5 millones de puestos de trabajo.
La explosión de la burbuja inmobiliaria ha provocado un tsunami financiero y económico tan grande que parece imposible que la construcción vuelva a ser nada parecido a lo que fue. Así que podemos dar por sentado que del millón y medio de trabajadores desempleados en el sector, entre 700.000 y 800.000 no volverán a tener, durante mucho tiempo, empleo estable en su anterior oficio. Cierto es que algún día el sector volverá a crear empleo, pero en un volumen similar al de nuestros vecinos, y con un peso importante en rehabilitación. Dicho claramente, España nunca volverá a dar empleo a 2,8 millones de trabajadores en el sector de construcción.
Ante este panorama, lo razonable seria esperar que el INEM respectivo de cada autonomía estuviera reciclando aceleradamente a estas personas, preparándolas para poder ser empleadas en otro oficio cuando la economía cree empleo. Se supone que para eso están las llamadas políticas activas de empleo, y específicamente los cursos de formación para desempleados. Pues no, lo que sucede es mas bien todo lo contrario. Para este ejercicio 2012 el presupuesto para estas políticas ha descendido un 21,2%, y específicamente el de formación lo ha hecho un 34%.
Resulta escandaloso que solo uno de cada siete desempleados realice algún curso de formación. Las causas son varias, pero una de las más relevantes es que no hay presupuesto disponible. Un gran error, porque cuando la economía sea capaz de crear empleo, cosa que algún día ocurrirá, nos encontraremos con que tenemos varios cientos de miles de trabajadores con escasa o nula empleabilidad.
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